miércoles, 26 de mayo de 2010

Crítica: "La Hipótesis del Cuadro Robado" (Raúl Ruíz, 1979)

No hay nada perfecto en la vida. Ni siquiera las madres, las novias o incluso el deporte, que dicen que es salud. Todo tiene en algún momento algún punto negro que te haga pensar y recapacitar en porqué te gusta tanto tal cosa. Tu novia no te acompaña al cine porque no le gusta, tu padre no va a verte a la final de baloncesto porque él quería que te metieras en fútbol, y tú, precisamente en esa final que esperabas tanto, te lesionas gravemente y te fastidias el verano. Todo aquello de lo que más esperas es probable que en algún momento te falle, quizá debido a que depositas en ello demasiadas expectativas.

“La hipótesis del cuadro robado” representa este punto en cuanto al amor que proceso al cine. Nunca pensé que pudiera malgastar de una manera tan gratuita una hora de mi vida, y el hecho de que haya sido viendo una película hace que me duela más. Raoul Ruiz juega con la paciencia de la gente hasta que consigue que no se te vuelva a pasar por la cabeza ver ninguna película nueva hasta que haya pasado el suficiente tiempo como para recuperarte de semejante golpe.
En un arranque de tolerancia, no puedo evitar pensar que en la variedad está el gusto, que si todo fuera igual las cosas serían muy aburridas, o que esta película quiere decir algo tan interior que para encontrarlo hace falta ser más abierto de mente. El problema es que la película hace que estés repitiéndote y animándote durante el metraje estas ideas, con el fin de terminar de verla, lo que te impide “disfrutar” realmente de ella.

No se encuentra en ninguno de sus distintos episodios algún atisbo de esperanza narrativa. Lo único que me pareció realmente interesante de la película es la invitación a echar una cabezadita (que se hace difícil no aceptar) que hacen justo a la mitad. En el momento en el que vi a ese hombre recostándose en el sillón, vi clara la intención del film.

Pero gracias a Dios, cuando sucede alguno de estos puntos negros suele pasar que al poco tiempo sucede otro punto con la suficiente fuerza como para devolverte la ilusión en aquello a lo que quieres tanto. Tu novia no irá contigo al cine, pero si va a verte a la final, y tu padre no irá a la final en la que te lesionas, pero durante el verano se levanta todas las mañanas contigo para ayudarte a que te recuperes lo antes posible y al año siguiente puedas disfrutar del deporte de nuevo. Por ello, ¡ánimo!, que la próxima película merecerá la pena.

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